Cuatro mil quinientos me gustan a los que hay que restar
veinticuatro arrepentidos más otros cuantos disléxicos de ratón y noventa y dos
compartidos. Aún así, somos legión. Alucino, desde que vi Novecento no había
tenido tal presentimiento. Que tiemble
la Bastilla, que se acantonen los felones en sus búnkeres de leones broncíneos,
una masa enardecida avanza entre himnos y banderas… bueno, a decir verdad, para himnos desde casa, hacer clic en botón
izquierdo, y luego clic nuevamente en enlace Goear, play track en el pueblo unido jamás, la, la, la. Para banderas levantiscas, hágame
el favor, más clic botón izquierdo en imágenes
banderas varias opciones mil, según inclinación del usuario. Tanto clic a
zurdas era una señal.
Bendito feisbu, bendito tuiter,
bendito sillón que aguanta tu bendito culo
bolchevique, para que desde allí, llueva, nieve o sacuda el lorenzo inclemente, cliquees hasta borrarte la huella digital. La red está llena de levantiscos que no paran de
maldecir injusticias, condenar arbitrariedades, escándalos, sodomías, soflamas
que terminarán levantando el asfalto para cavar trincheras frente al congreso,
además de desempolvar alguna guillotina virtual. Cualquiera diría que al
régimen de inquina y explotación le quedan cuatro telediarios mal contados. Porque todo el mundo sabe que la red, es solo la antesala. La
red está más caliente que el cenicero de un bingo. Miedo da salir a la calle
y que la marea revolucionaria del pueblo unido me arrolle llevándome por
delante ante el arrebato de tanta bilis contenida. ¿Pero qué dudo?, es el momento
que soñaba y ahora gracias a estos tovarichis blogosféricos, me he decidido.
Me preparo para escopetarme
derechito al Punto Cero de los muchos Puntos Ceros que hay en todos las ciudades de este país, porque hoy una de las
miles de mareas de ofendidos y humillados va a dar el paso, porque en tu barrio
solo unos cuantos chalados salían al parque para ver “cómo se puede impedir
que echen a la puta calle a tu vecina por haber elegido ser una parada a la que
abandonaron con un par de críos". Pero eso se ha acabado. En el feisbu se ha
colgado una foto de Lenin al que han cliqueado con el icono de un dedos en forma de hoz y
martillo, con 958 me gusta y 32 lo comparto. En tuiter los pajaritos cantan y
los nubarrones del capital se levantan, que llueva que llueva la virgen desahuciada
de la cueva también, todo el mundo a la calle, porque la calle, como sabe todo
el mundo (feisbu también lo dice y lo corrobora con 6873 me gusta), es el lugar donde el pueblo ajusta sus cuentas a esos comilitones que llevan sus cuentas (las del pueblo). A diferencia
del tocomocho de las urnas, que es donde los corruptos ajustan sus cuentas, (las propias y al alza), a costa de las del pueblo. Sin duda esa es la señal. Venzo mis miedos, sé que
no estoy solo, me arropa toda esa masa fraternal de indignados casi anónimos (solo conoces al 2%
de tus cuatro millones de amigos), nos hemos reconocido en la causa de poner más
duro aún el dedito tieso del me gusta, casi hasta llegar al orgasmo de tanto cliqueo a cascoporro.
Ellos estarán conmigo solidariamente con la unanimidad de los comentarios
mordaces desde la barricada del sofá, inequívocamente subversivos más acá de la
pantalla plana y la clandestinidad de su Explorer. Salgo a la calle convencido
del advenimiento de la nueva aurora, del fin de esa plaga de golfos mangantes
cuyas cabezas adornarán las picas de los conjurados. Ya lo venía diciendo la Señora Gloria que tiene ojo lince para los cambios de tiempo: esto se ve venir, cualquier día se arma la de dios es cristo y no nos libra ni el sursum corda. La
radicalización de los me gustan ganaban
por goleada a los emoticonos chorras y burgueses en decadencia. La gente tiene
un límite y la última gota de las cuatro mil que caen por minuto anegando el
feisbu, ha desbordado el vaso, la cisterna y hasta el pantano de Buendía.
Salgo decidido a clavar el estandarte del pueblo, si es preciso, en lo alto del frontón, escaleras arriba del congreso. Repaso los cuatros bises que he aprendido en la última mani en defensa del carril bici para triciclos biplazas. Bajo las escaleras, de tres en tres, el corazón me escuece de la emoción. La justicia se fragua en internet, pienso, pero se cumple en la calle. Por fin…¡y hostias!, me quedo de una pieza de imitación a figurita de Lladró. Nada, ni cuatro millones, ni el 99%, ni siquiera el espantajo de Eric el rojo, el más activo de los activistas internáuticos. Lo más revolucionario que veo junto al Punto Cero es un cartel de la frutería que dice: "hoy estamos que lo tiramos". Y no me extraña, hace semanas que no compra ni dios y el género se pudre en el mostrador. Muchos vecinos prefieren el libre despacho de los contenedores. Así es. Me vuelvo, pensativo. Comprendo qué función liberadora cumple el feisbu y todo la carpintería Matrix para dar golpes al aire, solo al aire y sin ruido. Liberación de guatiné. Reconozco la inteligencia de quien trastea desde detrás de todas las pantallas a las que nos asomamos cada día y por cuyo sumidero se nos desagua el Che que llevamos dentro. Casi puedo escuchar su risa.
Salgo decidido a clavar el estandarte del pueblo, si es preciso, en lo alto del frontón, escaleras arriba del congreso. Repaso los cuatros bises que he aprendido en la última mani en defensa del carril bici para triciclos biplazas. Bajo las escaleras, de tres en tres, el corazón me escuece de la emoción. La justicia se fragua en internet, pienso, pero se cumple en la calle. Por fin…¡y hostias!, me quedo de una pieza de imitación a figurita de Lladró. Nada, ni cuatro millones, ni el 99%, ni siquiera el espantajo de Eric el rojo, el más activo de los activistas internáuticos. Lo más revolucionario que veo junto al Punto Cero es un cartel de la frutería que dice: "hoy estamos que lo tiramos". Y no me extraña, hace semanas que no compra ni dios y el género se pudre en el mostrador. Muchos vecinos prefieren el libre despacho de los contenedores. Así es. Me vuelvo, pensativo. Comprendo qué función liberadora cumple el feisbu y todo la carpintería Matrix para dar golpes al aire, solo al aire y sin ruido. Liberación de guatiné. Reconozco la inteligencia de quien trastea desde detrás de todas las pantallas a las que nos asomamos cada día y por cuyo sumidero se nos desagua el Che que llevamos dentro. Casi puedo escuchar su risa.
Me recojo, vuelvo a casa y abro el feisbu. Acaban de subir un video de Falete.
Está en lo alto de un trampolín y mira desde arriba, no sé si terminará saltando. Es lo absurdo más "normal" en estos sitios. Lo
comparto y me voy a dormir. La revolución cansa la vista, tela... y sobre todo, acaba atrofiando el dedo índice.