Desvéntralos.
Apunta el verbo
y pégalo en el muro de tu entraña.
Desvéntralos
con el juicio calado de tu rabia,
desventralos.
Tira de su lengua
hacia abajo,
hasta el primer pozo
donde incuban el huevo
de tus desgracias.
Desvéntralos,
y de no encontrar nada
parecido, aún de lejos,
a un animal arrepentido,
desvéntralos.
Abandona sus restos
a la furia
de la bella canalla,
y desde el horror hasta la aurora
da tiempo a los perros
para que entierren
los huesos
de sus bastardos.
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