viernes, 24 de mayo de 2013

se equivocó la aveztruz, se equivocaba...


Los derechos sociales, como bastión de una genuina democracia, a diferencia de la energía, se crean, o dicho de otra forma, se conquistan. Cierto es, que en ocasiones aumentan como una versión utilitarista bien entendida, hasta consolidarse en savia para nuevos derechos que equilibren la balanza de la confrontación social. Esa concesión "arrebatada" a los privilegios de unos pocos ayuda a la consecución de lo que Rousseau llamó "el contrato social" y que nos alejemos de la ley de la selva donde el rey tenía a su servicio a toda la manada de monos obedientes. Pero donde "los dan los toman" y sucede en estos tiempos, que los mismos derechos peleados antaño hasta la sangre, encogen como un jersey de Zara salido de la lavadora; hasta quedar en un relato que contar a tus nietos esclavos. Éstos, cuando les hables de aquel país donde la gente iba al médico cuando estaba enferma, mandaba sus hijos al colegio pagado por todos o cobraba una pensión merecida durante años de trabajo, te olearán el aliento sospechando que has vuelto a darte a la bebida.
La prueba de que los derechos no son un fenómeno atmosférico, vamos, que no han venido del cielo, lo tenemos en lo que sigue.

El primer vídeo, "Marinaleda, el sueño de una tierra", es un ejemplo de cómo se obtienen los derechos. Recuerda a las granjas escuela donde los niños asombrados descubren que la leche no mana de los estantes del super. Del mismo modo, ordeñar las ubres reventonas de las vacas sagradas de la oligarquía conlleva el riesgo de que te coceen hasta dejarte en el sitio. En eso consiste la lucha.



Claro, que también ocurre en no pocas ocasiones, que creamos que los derechos son como tubérculos que crecen debajo de la tierra. Solo así se explica que entre los damnificados por su progresiva pérdida sea mayoritaria la estrategia del avestruz.


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